¿Cuantos nocturnos has disfrutado? No suficientes, y seguimos apareciendo. Puedes matar cien, mil, mil millares y a todos los que te dé la gana. Solo necesitamos que uno de nosotros, solo uno, en alguna ocasión tenga eso que todos estamos esperando..., un... buen... día...
Y la pregunta no es como vencí yo, la pregunta es por qué perdieron ellos, hay una gran diferencia.
Una pelea es como un baile, y lo malo de eso es que no puedes parar. Todos los días te despiertas con la misma pregunta atormentándote, "soy el día de mi muerte". La muerte te pisa los talones, y más tarde o más temprano te alcanzará. Parte de ti la desea, no solo para dejar de sufrir el miedo, si no por que estás enamorado de ella. La muerte es tu arte, la moldeas con tus manos cada día. El resuello final, la mirada de paz. Parte de ti desea saber como es, a donde te lleva y te das cuenta de que ese es el secreto, no el golpe que diste ni las patadas que erraste. Lo deseaba. Todo héroe desea la muerte, incluso tú. Si has durado tanto tiempo es porque tienes lazos con el mundo... una madre, una hermana pequeña, compañeros... Todos te atan, pero es aplazar lo inevitable. Antes o después, la desearás. Y en el instante en que eso pase, yo estaré allí... me colaré y disfrutaré de un hermoso día.

Pensad, recapacitad y dejad de hacer el imbécil.

Fueron largos los días que pase tumbado sobre mi cama. Cada noche pensaba que el día no era más que un momento de descanso, y la noche, el momento en el que tienes que estar en guardia. Para mí, cada hora era un día, y un día la eternidad. Quién sabe lo que podría haber hecho. Sabía que iba a pasar todo esto, pero pasaron años y años y mi sed de alivio no cesaba... La única manera de escapar un poco era... digamos..., desahogarme.
Cogí un cuchillo y me empecé a rasgar los brazos. La sangre corría por mis manos hasta llegar a la punta de mis dedos. Mi guerra entre el bien y el mal era caótica y confusa. Cuanto más pensaba, más ansiedad poseía, y en cada segundo de aquellas veinticuatro horas, una bomba explotaba en mi pecho. El dolor era insoportable. Sentía furia y rabia, de no ser normal como todas las personas.
Los días de instituto eran normales, sonreía, preguntaba, es decir, normal, pero en mi interior, un muchacho agachado, abrazado a sus piernas y con cara triste y cabreada, ardía de furia y dolor.

He escrito esto, para todos aquellos, que van de "sufridores" (emo), que tan solo hacen esto para llamar la atención. Pensad un poco, recapacitad, y dejad de hacer el imbécil.

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