Fueron largos los días que pase tumbado sobre mi cama. Cada noche pensaba que el día no era más que un momento de descanso, y la noche, el momento en el que tienes que estar en guardia. Para mí, cada hora era un día, y un día la eternidad. Quién sabe lo que podría haber hecho. Sabía que iba a pasar todo esto, pero pasaron años y años y mi sed de alivio no cesaba... La única manera de escapar un poco era... digamos..., desahogarme.Cogí un cuchillo y me empecé a rasgar los brazos. La sangre corría por mis manos hasta llegar a la punta de mis dedos. Mi guerra entre el bien y el mal era caótica y confusa. Cuanto más pensaba, más ansiedad poseía, y en cada segundo de aquellas veinticuatro horas, una bomba explotaba en mi pecho. El dolor era insoportable. Sentía furia y rabia, de no ser normal como todas las personas.
Los días de instituto eran normales, sonreía, preguntaba, es decir, normal, pero en mi interior, un muchacho agachado, abrazado a sus piernas y con cara triste y cabreada, ardía de furia y dolor.
He escrito esto, para todos aquellos, que van de "sufridores" (emo), que tan solo hacen esto para llamar la atención. Pensad un poco, recapacitad, y dejad de hacer el imbécil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario